miércoles, 23 de noviembre de 2011

Whisky envenenado

           Mi ilusión rota al igual que mi espíritu, mi botella vacía  y mi adicción que no me permite dormir. Tengo que conseguir algo para tomar. Me subo al coche y salgo. Yo no creo en Dios, pero igual rezo a veces. Tampoco me gusta llorar. Yo soy macho, no lloro. ¿Cómo llegué hasta acá? Alguna vez tuve familia, un buen empleo, incluso tenía una linda casa con un perro labrador dorado. Si me vieran ahora. Está lloviendo a cántaros. Por fin llego a “Piernabonita”, un antro de mis preferidos. Ninguno de estos perdedores puede juzgarme.
Esa mañana de mayo fue uno de esos momentos que no se olvidan fácilmente. Hacía frío y el pasto de las  calles estaba cubierto de una finísima escarcha.  El cielo carecía en absoluto de nubes, el sol no había salido aun. Este día en realidad era como cualquier otro, en la fábrica habíamos marcado tarjeta un rato antes de las seis como cualquier lunes, era el primer turno, el que le daría movimiento inicial a la maquinaria, tal como se venía haciendo todas las semanas desde hace cuarenta años o más. Nadie imaginaba lo que sucedería sólo unas horas después.
Pasamos meses ideando la manera de que nuestros derechos no sean pisoteados una vez más. Si no nos cuidábamos nosotros, ¿quién? Nos reuníamos en la casa de un tipo del sector de mantenimiento. Sus años de antigüedad le daban cierta inmunidad para poner el grito en el cielo al presenciar ciertas irregularidades. No teníamos sindicato, mejor dicho, alguna vez sí lo tuvimos, pero ahora respondía a los intereses de la patronal. Éramos jóvenes la mayoría, al ingresar al trabajo se nos había mentido. No nos advirtieron de los peligros de los productos químicos que ahora estaban empezando a matarnos. ¿Acaso alguno de estos perdedores del “Piernabonita” entenderán lo que es vivir de esta manera, una bomba de tiempo en tu cuerpo? No lo creo. Tampoco creo que hayan tomado partido tan fuertemente por algo como lo hicimos esa mañana.
No teníamos planeado un paro pero supimos que a nuestro compañero no le permitieron entrar. Eso fue el principio. Después el gerente pasó a buscarnos uno a uno, Charly lo había mandado. Cometimos un error: por proteger al grupo entero, permitimos que entre cualquiera, se filtró cierta información. Charly era una persona ambiciosa que hubiera vendido a su madre, pero entonces no lo sabíamos.
Cómo es lógico, nos resistimos, creímos contar con el apoyo de nuestros compañeros. Fue un error, nadie nos ayudó. De pronto estábamos frente al dueño de la fábrica, míster Steelson.
-¿Así que ustedes son los que nos van a sabotear la producción?
-No señor. Nada de eso.-le dije- Pero es verdad que estamos preocupados por nuestro futuro, por nuestra salud.
-Mire, su futuro, su salud, su familia, es algo que a mí no me importa.-mientras dice esto pienso en mis dos hijos y amaga a salírseme una lágrima- de más está decir que no los quiero en mi fábrica.
Fue por amor que lo hice, por amor a mis compañeros, a mi familia, a todo lo que es justo. Delante del jefe había una lapicera, de esas caras que se usan para mostrar cierto status. La tomé del lapicero y… Salí de prisión hace un par de años, mi mujer ahora está con un hombre algo mayor que yo. Mis hijos no me recuerdan, ella les dijo que me había muerto hace ya tiempo.  (continuará)

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